Monday, August 13, 2007

♪ Hot in the city, hot in the city tonight, tonight ♪♪

Los veranos de Nueva York son igual que sus inviernos, extremadamente duros. La humedad puede llegar a niveles insufribles y los aparatos de aire acondicionado funcionando a todo trapo las 24 horas del día no hacen sino contribuir a que esa sensación sea aún más sofocante. El calor que desprende el suelo es tal que el asfalto parece deshacerse bajo los pies y a pocos metros bajo tierra los andenes del metro alcanzan temperaturas casi insoportables.

A pesar de lo mal que ésto pueda sonar, la ciudad en verano ofrece mucho más entretenimiento del que a primera vista podamos imaginar y mucho al aire libre. Así, de junio a septiembre se organizan festivales culturales en los distintos parques de la ciudad como el River to River Festival, Shakespeare in the Park, Met in the Parks y los conciertos de verano del Lincoln Center. Además de cultura, los parques son también escenario de reuniones familiares alrededor de un picnic, de la práctica de varios deportes y de paseos en bicicleta, a pie o a caballo.

Como en verano no puede faltar el agua, los neoyorquinos han ideado algunas de las más originales formas de refrescarse. En los parques y playgrounds, o zonas de recreo para los más pequeños, en verano se instalan lo que llaman sprinklers que no son más que unas fuentes parecidas a aspersores de riego con varios chorros de agua para que los niños jueguen y chapoteen. No obstante, los parques también acogen piscinas públicas para darse un chapuzón dulce de forma gratuita y para el que no pueda resistir la tentación de pisar la arena y sentir la sal del mar en la piel, aquí si hay playa y varias a las que se puede llegar en metro, autobús o en tren.

Los que prefieren un ambiente más exclusivo o privado para disfrutar del verano sin salir de la ciudad, también tienen donde escoger. En este caso, numerosos hoteles de lujo ofrecen la posibilidad de acceder a las piscinas de sus azoteas abonando una cantidad diaria o por temporada que suele dar acceso a la piscina, gimnasio y spa del hotel.

En lo que a gastronomía se refiere, la mayor parte de los restaurantes ofrecen la posibilidad de comer o cenar al aire libre ya sea en una terraza en la acera o en los patios ajardinados de los centenares de brownstones (construcciones de ladrillo de unas tres plantas de altura) que pueblan la ciudad. Algunos son auténticas joyas dispersas por los barrios de Chelsea, Meatpacking, Village, Upper East o Upper West sides y que quedan fuera del radar de los turistas. En esta época los rooftop bars son cita obligada para aquellos que quieren tomarse una copa “con vistas”. Antes de convertirse en bares nocturnos, son el punto de encuentro donde se reúnen los yuppies de la ciudad para socializar y relajarse después de una intensa jornada de trabajo.

Así, mientras que en la mayoría de las capitales europeas sus habitantes se marchan de la ciudad como alma que lleva el diablo dejando las calles desiertas y comercios cerrados, los manhannites hacen del verano una estación de la que disfrutar. Puede que sea la ciudad que nunca duerme, ni en agosto, pero ello no obsta a que sus habitantes aprovechen el verano convirtiendo una invernal pista de hielo en una inmensa piscina, una agradable terraza o un parque de atracciones.

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